Fuglsang se gana en Úbeda el favor de Vandelvira

Diego M. Díaz Salado | @dmdiazsalado

Tercera etapa de la Vuelta a Andalucía con protagonismo en la provincia jienense, con salida en Jaén y final en Úbeda, donde los favoritos se jugaron la victoria en un final de alto voltaje y en la que una salida de la carretera de Teuns en el último giro regaló la victoria a Fuglsang, que ensancha su maillot de líder

Mucho se ha hablado del posible origen flamenco, de Flandes, región belga cuyo suelo fue otrora imperio español, del gran Andrés de Vandelvira, culpable de que hoy tratemos de patrimonio de la humanidad cuando nos referimos a Úbeda y Baeza.

Y de Flandes salen cada año varios puñados de ciclistas buenos. Y ya que por aquellos lares no es muy grato andar en bici por esta época, que cuentan que pica el frío y cala la lluvia, los buenos pedaleadores de Vlaanderen, como allí se nombran, se van a dar pedales a latitudes más agradables, como nuestra casi siempre soleada Andalucía.

Así se presentaron en Jaén un tropel de afanados flamencos dispuestos a pelear por alzar los brazos frente a ese mismo Salvador que levantara con maestría su supuesto paisano Vandelvira.

Y la realidad es que parece que querían rendirle tributo porque esta tercera etapa de la 66 Vuelta a Andalucía estuvo protagonizada por tipos de apellidos tales como Verbaeke, Janssens o De Tier peleando en la escapada, o el rematador Dylan Teuns en la fase decisiva.

Todos nacidos en la lluviosa Flandes. El de Bahrein-McLaren, genial llegador en finales picaditos, lo tenía todo de cara para anotarse el triunfo en la maravillosa Úbeda.

Pero un adoquinado liso y una curva mal puesta se impusieron en su camino, y el pobre flamenco vio como el líder Fuglsang (Astana) no perdonó y aprovechó la tesitura de su salida del carril para sumar nuevos méritos a un buen currículum y ganar segunditos en su pelea general.

Pero después de la parrafada históricoartísticageográfica toca hablar un poco de ciclismo. De ciclismo de muchos kilates en la que los avezados denominaban etapa reina de la andaluza Ruta del Sol.

La tercera de cinco postas de esta edición salía de Jaén para llegar al ya referido centro neurálgico del renacimiento andaluz, Úbeda, con su majestuosa Plaza Vázquez de Molina y sus calles empedradas esperando a la serpiente multicolor.

En esos 177 kilómetros, cinco dificultades montañosas, con dos de ellas haciendo méritos para que hablemos de puertos de entidad, catalogados como de primera categoría. Y la realidad es que por muy buenos que parezcan los recorridos, todo depende de cómo se levanten los que dan pedales, sean flamencos, daneses o de Calasparra.

Y resulta que nuestros queridos ciclistas decidieron pelearse entre ellos al principio y al final, dejando todo ese vasto terreno medio minado de cuestacas y olivos para el lucimiento sin oposición de los maillots de la escapada.

Lo dicho, todo se reduce a lo que quieran los que mandan, los gallos del pelotón que empezaron el día con jarana, dándose caña en los kilómetros iniciales hasta romper el grupo y dejar una cabecera de 50 unidades, con todos los pesos pesados delante.

Ahí se dejaron venir, provocando el reagrupamiento y que en la Solera, el primer primera del día, con sus siete kilómetros al 6’6%, ganara tiempo la fuga: diez tipos valientes al comando, a sabiendas que era mucho terreno, y muy escarpado el que se les echaba encima.

De esa decena, tres flamencos, ya citados: De Tier, Verbaeke y Janssens, todos del Alpecin-Fenix. Vamos a gastar hoy el gentilicio, lo sabemos, pero es que son así de pesaditos estos de la bandera del león.

Entre el resto de los fugados, nombres de postín como Enric Mas (Movistar), Silvain Dillier (AG2R), Loic Vliegen (Circus-Wanty), Mikel Bizkarra (Fundación Euskadi), Andrey Zeits (Mitchelton), Lennard Hoftstede (Jumbo-Visma) y Gianpaolo Caruso (Bahrain-McLaren).

El mejor colocado, Zeits, amenazaba la general, aunque la diferencia nunca se fue más allá de los tres minutos.

El caso es que la cosa iba tranquila. Una docena de pueblos jienenses disfrutaban de la etapa, el sol brillaba, Úbeda lucía a la espera de los pedaleadores y éstos mismos gozaban de un bonito paisaje por el corazón de la Sierra Mágina, en el puerto del mismo nombre, el segundo primera del día con 16 kilómetros a una media de poco más del cuatro por ciento.

No está mal para andar por febrero, la verdad. Aunque lo mejor estaría por llegar porque en cuanto a emoción, el asunto no regalaba mucha hasta ese momento. Cosa lógica por otra parte, después del zafarrancho inicial con líderes calentándose las piernas a 150 kilómetros de meta, una locura.

Y al trantrán, remando poco pero sin pausa, comandados por un Astana somnoliento, el pelotón empezó a acercarse a los de adelante, donde los flamencos, sí otra vez, no le daban ni un metro de respiro al bueno de Enric Mas, un tipo que hace un par de años quedó segundo en la Vuelta y esta temporada es el fichaje estrella del Movistar, amén de ser la gran esperanza del ciclismo hispano.

Aburrido del marcaje, el mallorquín demarró con fuerza, a sabiendas que iba ya atufado: a cuatro de meta fue engullido por un pelotón roto en mil pedazos en el repechón de la entrada a Úbeda.

Fue en territorio Vandelvira donde renació el ciclismo eléctrico, con el grupo cabecero con los gallos del cotarro dándose estopa de la buena después de la escabechina del repecho.

El final, como el de toda obra monumental, arregló la etapa, a un ritmo vertiginoso por el pavé ubetense sorteando estrecheces, calles peatonales reconvertidas en circuito de categoría y cuestecillas urbanas de las que se te pegan a los riñones.

Un espectáculo colosal que el potente Dylan Teuns parecía tener controlado cuando enfilaba la penúltima recta a todo velamen, con el canguro Jack Haig (Mitchelton) pegado a su rueda, pero siendo más lento en un final de este calibre.

Ahí fue donde la magnanimidad de Úbeda y de Vandelvira le jugaron una mala pasada, apareciendo un cerrado giro de 90 grados y yéndose ambos contendientes al mismísimo garete.

Una paradoja, Teuns castigado por este urbanismo renacentista de su presunto coterráneo y siendo Fuglsang quién recibiera el favor de Vandelvira para pescar la victoria y celebrarla con ímpetu, además de meter ocho segundos más a Mikel Landa (Bahrain-McLaren), que pareció dejarse unos metros al final sorprendido por la mala fortuna de su compañero belga.

Mientras tanto, en la capital de la Loma se celebraba a lo grande la oportunidad de exhibirse al mundo, pedales por delante. Las calles, repletas, como todo el recorrido por la provincia de Jaén, exhibieron, una vez más, las ganas de ciclismo de esta tierra. Mar de olivos, cuestas rugosas o empedradas y buenos ánimos, una combinación perfecta.

Flamencos, un danés al mando, australianos o americanos, con vascos y mallorquines defendiendo el pabellón nacional y “mira mamá, un ciclista negro” al paso del bravo francés Kevin Reza (B&B Hotels) para darle aún más universalidad al legado patrimonial de Vandelvira. Viva el ciclismo, viva Jaén y viva el Renacimiento, pese a sus imposibles giros de calle.

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